domingo, 27 de febrero de 2011

Prólogo

Felicia Miller lloraba en el baño. Otra vez.
Sabía que era ella porque en los tres meses que llavaba en el instituto Green Mountain la había visto llorar en el baño dos veces. Sollozaba de un modo inconfundible, agudo y entrecortado, como las niñas pequeñas. Felicia tenía dieciocho años, dos más que yo.
Las otras veces la había dejado llorar sola. Todas las chicas tenían derecho a llorar en los lavabos públicos de vez en cuando. Pero esa noche se celebraba la fiesta de fin de curso y daba pena verla sollozar vestida de gala.
Además, yo tenía cierta debilidad por Felicia. En todas las escuelas a las que he ido (diecinueve hasta hoy)
hay una chica como ella. Felicia era la que recibía los golpes de toda la clase: los chicos de la escuela la insultaban y le robaban el dinero del almuerzo. Yo siempre he sido rarita, pero la verdad es que los demás nunca me han tratado mal; se han limitado a ignorarme.
Eché una mirada por debajo de la puerta del aseo y vi un par de pies en unas sandalias amarillas.
-¿Felicia?-llamé; golpeando suavemente la puerta-.¿Qué pasa?
Abrió la puerta y me miró con unos ojos furiosos y sanguinolentos.
-¿Que té pasa? ¿Tú qué crees, Sophie? Es la noche de fin de curso... ¿Tú ves algún chico conmigo?
-Pues... no. Pero estás en el lavabo de chicas y pensé que...
-¿Qué? - ,e preguntó, mientras se enjuagaba las lágrimas y se sonaba la nariz con un trozo enorme de papel higiénico-. ¿Has visto a algún chico esperándome fuera? - Resopló-. ¡Dios!, tuve que mentir a mis padres, les dije que tenía una cita. Por eso me compraron este vestido. -Dio un manotazo al vestido de tafetán amarillo como si se tratara de matar un insecto-. Les he dicho que mi chico me esperaría aquí, para que me trajeran. No me atreví a decirles que nadie me había pedido una cita para la fiesta de graduación. Les hubiera roto el corazón. - Puso los ojos en blanco-. ¿Te puedes creer que sea tan patética?
- No eres patética- le dije-. Hay un montón de chicas que han venido a la fiesta sin pareja.
Me miró furiosa.
-¿Cómo tú, por ejemplo?
Pues no, yo sí tenía pareja . Ryan Hellerman era probablemente el único chico de todo instituto Green Mountain menos popular que yo, pero, así y todo, era técnicamente una pareja. Mi madre había enloquecido de alegría. Iría a la fiesta acompañada. Por fin hacía algo para tratar de encajar.
Para mi madre, encajar era un asunto realmente importante.